Al igual que el resto de las emociones, el enojo nos permite tener conciencia de nosotros mismos, aunque la diferencia con las demás es que el enojo se siente como irremediable, como si nos tomara por asalto. Frecuentemente, el enojo encubre otras emociones como ansiedad, preocupación, dolor, tristeza, frustración, desconfianza, incertidumbre, culpa, vergüenza, arrepentimiento. Si nos estamos enojando de todo, todo el día, todos los días, probablemente estemos desconectados de muchas otras cosas que nos están pasando que son en realidad tristes, frustrantes o situaciones paralizantes que no hemos sabido cómo resolver.
Nos enojamos cuando ocurre algo que percibimos o interpretamos como una amenaza para nuestra estabilidad, bienestar o seguridad. Podemos interpretar que nosotros mismos somos la causa del enojo, como cuando nos decimos cosas horribles por habernos equivocado, por haber perdido una oportunidad, etc. Los perfeccionistas tienden a enojarse consigo mismos muy a menudo. También los depresivos, que creen que todo lo malo que pasa en el mundo, es su culpa.
También podemos interpretar que los otros son culpables de nuestro enojo, porque nos tratan injustamente, porque no nos valoran, porque nos quieren lastimar. Algunos con tendencia a la paranoia sienten que el mundo los ataca, que todos están en su contra y se la pasan enojándose. Alguien así, enojado de tiempo completo, es un ser frágil que se siente fácilmente maltratado. A veces puede estar relacionado con historias personales de maltrato o con alguna disfunción cerebral que genera reacciones desproporcionadas de ira. Los pesimistas profesionales no sólo se deprimen; también se enojan más que otros y los propensos al resentimiento tienen un cajón de rencor donde guardan todas las ofensas percibidas, tal vez no todas reales. La sensación frente a un enojón es que hay que andarse con cuidado, tratarlo con pincitas, de puntitas, para no provocarlo.
Nos enojamos como un intento fallido de reparar la percepción de daño. Intento fallido porque perder el control, gritar, insultar, romper, no resuelve nada.
El enojo expresado con autocontrol, con elegancia y mesura, es un arte que tiene que ver con autoconocimiento. Puede ser una herramienta para defender la dignidad, para establecer límites claros en situaciones de maltrato.
¿Cómo aminorar, procesar, expresar adecuadamente, dimensionar el enojo?
1. Reconocer que es una señal de vulnerabilidad personal. Algo nos está haciendo sentir fácilmente devaluados, tratados injustamente o agredidos. Cuando nos sentimos mal internamente, el mundo exterior nos sacude con más fuerza.
2. Deberíamos desconfiar de nosotros mismos cuando estamos enojados. De las decisiones que queremos tomar, de los juicios que nuestra mente está armando, de los planes de venganza que se nos ocurren. Mejor decirse "estoy enojado y no puedo pensar ni sentir con claridad".
3. Podríamos intentar ver la complejidad del asunto del que se trate sin sobresimplificarlo con pensamientos como "ella tuvo la culpa", "no tuve más remedio que enojarme", etc. Pensar en todo lo que está involucrado en nuestra receta de enojo personal es importante.
4. Saber leer nuestros detonantes físicos y emocionales. Tener un mapa de enojo personal ayuda a prevenirlo. Saber que cuando tengo hambre o estoy mal dormido, angustiado, abrumado, estaré más propenso a enojarme. Saber que las comidas de domingo en casa de mis padres terminan detonando mi ira. Saber que ciertas situaciones sociales o laborales son potencialmente generadoras de mi enojo. Y anticiparse para enfrentarlas con mayor conciencia y claridad.
5. Importante recordar qué cosas valoramos profundamente para poner límites a la expresión del enojo. Si el respeto, la dignidad, el amor son valores importantes no los violentemos con nuestra ira.
6. Habría que desarrollar mejores habilidades para resolver problemas además de gritar o insultar o dejarle de hablar a quien nos ha lastimado según nuestra interpretación. Ser más compasivos con los demás también ayuda, abandonar el deseo de tener todo bajo control, reconocer que no siempre tenemos la razón y que en realidad nos equivocamos frecuentemente.
Somos seres interpretantes. No existe tal cosa como la realidad. Si nos tomamos todo personal, todo nos enojará. Si nos damos cuenta de que nuestra interpretación de los hechos es lo que produce nuestro enojo, tal vez podremos ser más pacíficos y más pausados para reaccionar. La práctica hace al maestro.
09/06/2011
1. Reconocer que es una señal de vulnerabilidad personal. Algo nos está haciendo sentir fácilmente devaluados, tratados injustamente o agredidos. Cuando nos sentimos mal internamente, el mundo exterior nos sacude con más fuerza.
2. Deberíamos desconfiar de nosotros mismos cuando estamos enojados. De las decisiones que queremos tomar, de los juicios que nuestra mente está armando, de los planes de venganza que se nos ocurren. Mejor decirse "estoy enojado y no puedo pensar ni sentir con claridad".
3. Podríamos intentar ver la complejidad del asunto del que se trate sin sobresimplificarlo con pensamientos como "ella tuvo la culpa", "no tuve más remedio que enojarme", etc. Pensar en todo lo que está involucrado en nuestra receta de enojo personal es importante.
4. Saber leer nuestros detonantes físicos y emocionales. Tener un mapa de enojo personal ayuda a prevenirlo. Saber que cuando tengo hambre o estoy mal dormido, angustiado, abrumado, estaré más propenso a enojarme. Saber que las comidas de domingo en casa de mis padres terminan detonando mi ira. Saber que ciertas situaciones sociales o laborales son potencialmente generadoras de mi enojo. Y anticiparse para enfrentarlas con mayor conciencia y claridad.
5. Importante recordar qué cosas valoramos profundamente para poner límites a la expresión del enojo. Si el respeto, la dignidad, el amor son valores importantes no los violentemos con nuestra ira.
6. Habría que desarrollar mejores habilidades para resolver problemas además de gritar o insultar o dejarle de hablar a quien nos ha lastimado según nuestra interpretación. Ser más compasivos con los demás también ayuda, abandonar el deseo de tener todo bajo control, reconocer que no siempre tenemos la razón y que en realidad nos equivocamos frecuentemente.
Somos seres interpretantes. No existe tal cosa como la realidad. Si nos tomamos todo personal, todo nos enojará. Si nos damos cuenta de que nuestra interpretación de los hechos es lo que produce nuestro enojo, tal vez podremos ser más pacíficos y más pausados para reaccionar. La práctica hace al maestro.
09/06/2011
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