"Todo el mundo quiere ir al cielo, pero nadie se quiere morir".
Seguramente ya has oído el dicho: "Todo el mundo quiere ir al cielo, pero nadie se quiere morir". Yo veo esa actitud en todas partes: en los negocios, en las inversiones y en la vida de muchas personas. Pregúntale a quien sea: "¿Quieres ser rico?", y te responderá: "¡Por supuesto!". Pero pregúntale: "¿Estás dispuesto a hacer lo que haga falta?", y con frecuencia te devolverán una mirada vacía. Para mí, la diferencia entre alguien que realiza sus sueños y alguien que no, es que el primero tiene la disposición para hacer lo que se necesita para llegar hasta ahí, y el segundo no.
En un artículo anterior escribí acerca de los cuatro tipos de personas en que se puede dividir el mundo: aquellas que deben tener la razón, aquellas que deben permanecer cómodas, las que deben ganar y las que deben gustar. Yo soy un hombre del tipo "debo ganar", y para logarlo a veces uno tiene que hacer cosas que resultan incómodas y difíciles. La prueba más reveladora para un ganador (o perdedor) es cómo responde a la adversidad. ¿Qué hace cuando se halla bajo presión? ¿Retrocede? ¿Se da por vencido? ¿O se arremanga y pone manos a la obra? Y al final, ¿continúa avanzando? Esa respuesta cuando las cosas se complican es lo que señala la diferencia entre ser una persona rica o pobre
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