Historia Cultural del Japón: Una Perspectiva
Tomado del libro del mismo nombre del Profesor Yutaka Tazawaimperiodelanime.com
La cultura japonesa se caracteriza por una preferencia por la gracia interior, en oposición al esplendor exterior.
El sentido de la belleza, característico del japonés, expresado en conceptos tales como miyabi, mono no aware, wabi y sabi, sugiere un mundo de armonía estética y emocional. La cultura japonesa distintiva que tenemos hoy en día es el resultado de una serie de encuentros entre la cultura tradicional japonesa y las culturas extranjeras, a través de los cuales estas últimas fueron importadas, absorbidas y armoniosamente fundidas con la primera. Podría decirse que algunas de las características notables de este proceso incluyen una flexibilidad y apertura hacia las culturas extranjeras. En lugar de rechazar estas últimas, los japoneses han preferido ajustarlas a sus propias estructuras estéticas, a menudo de un modo totalmente creativo, adaptándolas a las necesidades japonesas.
Cultura es una expresión general para aquellas áreas del saber, religión y artes que a su vez pueden fragmentarse en literatura, bellas artes y música. Por lo tanto, resulta extremadamente difícil generalizar cuando se habla de la cultura japonesa como un fenómeno total. No obstante, podemos aplicar comentarios como el anteriormente enunciado, por lo menos al campo de las artes figurativas.
El comienzo de las artes figurativas en el Japón data de la Edad Arcaica, cuando se hicieron las vasijas de loza tipo Jomon. Estos objetos estaban hechos con arcilla cocida sin vitrificar, con señales de cuerdas. También se fabricaban en la Edad Arcaica, que continuó hasta la introducción del Budismo en el Siglo VI D.C., las vasijas de loza tipo Yayoi siglo IV A.C. hasta el siglo IV D.C. , así como las gigantescas tumbas del Período Kofun, siglo IV D.C.. El Período Yayoi se distinguió por la introducción de la agricultura y los utensilios de metal del Continente Asiático. Este primer período cultural de la Edad Arcaica se extiende desde la época prehistórica del Japón hasta el momento en que el Japón quedó unido por primera vez como nación-estado bajo un sistema imperial; se caracterizó por la asimilación de culturas extranjeras, especialmente durante el Período Yayoi antes mencionado, cuando la cerámica fabricada mostraba mayor diversidad de formas y diseños todavía más simplificados.
La Edad Antigua puede ser considerada como una era de cultura budista. Aunque las influencias culturales del Continente ya se habían abierto camino en el Japón durante el período anterior, fue durante este período que la cultura continental iba realmente a florecer en el Japón como consecuencia de la introducción del budismo. Los resultados, en términos de arquitectura, escultura y pintura budistas, fueron lo suficientemente prodigiosos para justificar que se llame a este período la edad de oro del arte budista.
La mayor parte de las asimilaciones extranjeras provinieron de la sociedad china cosmopolita y exótica durante la Dinastía Táng, cuya extraordinaria influencia en el Japón durante este período dio por resultado, en este último país, la absorción indirecta de una cantidad considerable de cultura internacional.
Durante ese mismo período, el mundo occidental contemplaba la caída del Reino Gótico Oriental, el establecimiento del Papado Romano en la persona de Gregorio I, y la construcción de la Catedral de San Pablo en Londres.
Esta era de cultura budista puede subdividirse en tres períodos diferentes: el Período Asuka (finales del siglo VI-principios del siglo VII), el Período Hakuho (finales del siglo VII-principios del siglo VIII) y el Período Tempyo (siglo VIII). Estas divisiones reflejan las cambiantes actitudes de los japoneses por lo que atañe a su receptividad de las culturas china y coreana.
El comienzo del dominio de la aristocracia en la capital de reciente establecimiento, Kioto, iba a significar una transformación considerable de la cultura japonesa en este nuevo período de Heian, como se le llamó. La cultura china T´ang dominó el período durante unos 100 años, pero a finales del período de Heian (siglos X-XII), también conocido como el Período Fujiwara, se produjo una diferenciación de la cultura china a favor de una nueva cultura específicamente japonesa.
Otra característica de la época fue una retracción en el cumplimiento del deber por parte de los funcionarios del Estado. Las tareas administrativas habían sido encomendadas a funcionarios subalternos, con el fin de que sus superiores tuvieran la posibilidad de dedicarse al disfrute estético de la naturaleza y del arte dentro de su sociedad exclusiva. Lo cierto es que fue este ocio concedido a la élite el que hizo posible el desarrollo de estas actividades culturales, las cuales, a su vez, dieron paso a una cultura genuinamente japonesa de un refinamiento inigualado.
El sistema familiar matriarcal, que existía desde la época de la más rudimentaria organización social en Japón, seguía siendo la principal característica de la sociedad japonesa durante el Período Heian. Las mujeres podían vivir por su cuenta, rivalizando con los hombres en unas condiciones imposibles de repetirse durante mil años. Había incluso casos de mujeres “señores” de mansiones, así como mujeres económicamente independientes o que poseían un alto nivel cultural. Esto puede explicar la tan comentada huella “femenina” en la cultura de esa época.
Durante la primera mitad del Siglo XIII, Japón se encontró bajo el dominio de una nueva clase guerrera (bushi), que no solamente eclipsó la prerrogativa aristocrática en el poder, sino que alcanzó a dejar su huella en la cultura nacional. Estos guerreros, cuyo poder emanaba de la clase agrícola local acomodada, habían llegado a ser una fuerza revolucionaria capaz de derrocar a la clase dirigente tradicional, que había conservado su poder desde el establecimiento del Estado Imperial en la Edad Antigua. Sin embargo, con la decadencia del poder de la aristocracia y la hegemonía de la clase guerrera, el Japón entró en la Edad Media de la sociedad feudal.
Evidentemente, la nueva clase no podía echar abajo toda la estructura del Estado con un solo golpe. Fueron necesarios varios siglos de compromiso con la aristocracia antes que el sistema feudal quedase firmemente establecido. Lo mismo ocurrió en la esfera cultural, donde los clásicos tradicionales no desaparecieron sin más. Incluso existen evidencias que los propios bushi procuraron reconciliar la cultura popular que renacía con la decadente cultura aristocrática de los Siglos XII y XIII.
No se puede hablar de la Edad Media y de su cultura sin señalar la contribución del Budismo Zen, introducido de la China de Ming. En este nuevo culto se basaban realmente la cultura y la ética de la clase guerrera. No obstante, en términos de arte y de cultura en general, la influencia plena del Zen no se hizo notar hasta el establecimiento del Gobierno Ashikaga en Kioto, tras la etapa en que la Corte Imperial había quedado dividida entre las Cortes rivales del Sur y del Norte, en el siglo XIV. El arte Zen pasó a ser entonces la corriente cultural dominante en el Japón.
Durante el Período Muromachi (siglo XV-principio del siglo XVI), la cultura Zen experimentó un proceso de refinamiento, durante el cual se despojó de su lastre religioso. Dos producciones representativas de esta etapa son el Gozan Bungaku ( o literatura de los cinco monasterios) y el suiboku-ga (pinturas monocromas al carbón-tinta). El Gozan se refería a los cinco templos mayores de Kioto y luego 5 en Kamakura. Esta apelación seguía la costumbre Sung, de China, de dignificar algunos templos. En el Japón, los sacerdotes de los templos Gozan actuaban como consejeros políticos y diplomáticos del Gobierno, o desempeñaban papeles principales en las actividades académicas y artísticas del Período Muromachi. De este modo, la literatura Gozan y la pintura suibokuga, que fueron en su origen manifestaciones de las actividades culturales de los sacerdotes Zen hacia finales del siglo XVI, generaron una cultura que podía identificarse como genuinamente japonesa en términos de conciencia estética.
Durante el siglo XVI, los conflictos y las intrigas por el poder ejercido por los jefes militares locales (daimyo) determinaron la aparición de una estructura feudal unificada, de ámbito nacional, a cargo de tres figuras sucesivas de la historia japonesa: Nobunaga Oda, Hideyoshi Toyotomi y Ieyasu Tokugawa. En contraste con este desarrollo histórico del Japón, la sociedad feudal europea contemporánea ya había entrado en un período de decadencia como poder político transformado de aristocracia en monarquía; y los monarcas, con el apoyo del poderoso capital comercial, pudieron establecer estados absolutistas ricos dotados de burocracia y de ejércitos permanentes.
La historia del Japón entre los siglos XVI y XIX se conoce sucesivamente como el Período Azuchi-Momoyama (finales del siglo XVI) bajo el reinado de Oda y Toyotomi, y el Período Edo (siglos XVII y XIX) del Shogunato Tokugawa.
El espíritu de liberalismo y exuberancia que había caracterizado los primeros años del dominio de la clase guerrera siguió imperando durante el Período Azuchi-Momoyama, que fue testigo de frecuentes y entusiastas comunicaciones y actividades comerciales con diversas naciones. En consonancia con este espíritu comercial florecía la vibrante cultura del Período Azuci-Momoyama. Los dirigentes de la sociedad Azuchi-Momoyama eran los bushi y los comerciantes acaudalados, cuyo espíritu estaba directamente reflejado en el carácter de grandiosidad y poder de la cultura de la época, simbolizada por las poderosas e impresionantes obras de la arquitectura de castillos.
Durante el siguiente Período, el Edo, la cultura Azuchi-Momoyama sufrió una escisión y una metamorfosis. Aunque su influencia seguía siendo considerable a principios del Período Edo, la sociedad Tokugawa unificada generó pronto una cultura propia. Se observó que el arte de la cultura Azuchi-Momoyama se había vuelto excesivamente formalista, lo que indicaba el hecho de que los bushi no podían, después de todo, contribuir mucho al desarrollo del arte y de la literatura, porque la ética feudal, los principios y rituales del Confucianismo y del Bushido tenían el efecto de contener la expresión libre y natural de los sentimientos íntimos. Fue de ese modo que el pueblo llano llegaría a transformarse en dirigente de la cultura japonesa por primera vez en la historia, y cómo en el Período Edo amanecía una nueva era de floreciente cultura plebeya.
La Restauración de Meiji, a mediados del siglo XIX, señaló la apertura de las puertas, y la cultura occidental inundó el Japón. Al poco tiempo, el país se encontró formando parte del club de naciones modernas del mundo.
Mientras ciertos fenómenos tienden a retener el penetrante estilo de sus variados orígenes, otros han adquirido una esencia genuinamente japonesa a través de un proceso de destilación y de refinamiento.
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